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Rafael Guastavino Moreno fue una de esas figuras con una biografía digna de ser conocida y por eso os traemos unas pinceladas sobre él esperando despertar vuestra curiosidad sobre este maestro de obras nacido en Valencia a mediados del siglo XIX que acabó triunfando en EE.UU. donde hizo realidad el Sueño Americano y alcanzó la gloria. En España, en cambio, se le olvidó.
Aunque se le conocía genéricamente como arquitecto su formación fue oficialmente la de Maestro de Obras. Era, pues, un masón operativo que vivió su juventud fascinado por la arquitectura valenciana y culminó su formación en Barcelona. Allí tuvo cierto éxito profesional y quedan edificios suyos relevantes como la Fabrica Batlló, pero su desastrosa gestión económica y su tormentosa vida personal le llevaron a huir de España con 40 años rumbo a una América llena de posibilidades. Llevaba 40.000 dólares conseguidos de manera poco ética y se fugaba con su hijo pequeño, su amante y las hijas de esta. Guastavino hacía borrón y cuenta nueva para cruzar medio mundo y empezar de cero esperando tener mejor fortuna en esta nueva vida. Aún no sabía cuánto éxito le aguardaba al otro lado del océano.
Era 1881 y Estados Unidos crecía igual que lo hacían los edificios de sus principales ciudades. Guastavino no hablaba ni una palabra de inglés y aún así en muy poco tiempo se consolidó como constructor en Boston y en Nueva York. Creó una gran compañía con su nombre y llegaría a ser el arquitecto más reconocido del momento en EE.UU. El New York Times llegaría a calificarle como «El arquitecto de Nueva York» por antonomasia.
Guastavino se había especializado en un tipo de arquitectura tradicional valenciana conocida como bóveda tabicada. A su llegada a EE.UU. vio la posibilidad de implantar allí esa técnica que él había perfeccionado y la patentó en 1885 llamándola Guastavino System.
Era la época del auge industrial de EE.UU., una época dorada para los inventos, las innovaciones y los negocios. Este boom económico trajo consigo la gran expansión urbana con la ampliación de las ciudades y la construcción de edificios cada vez más grandes. Pero el fuego se había convertido en el más temido de los enemigos de las urbes y grandes incendios habían asolado buena parte de algunas grandes ciudades americanas. Guastavino supo aprovechar la coyuntura para publicitar su sistema como una forma de construcción a prueba de incendios. De este modo, la bóveda tabicada usada durante siglos en la arquitectura tradicional del levante español pasó a ser la última moda arquitectónica en la Costa Este de EE.UU. y Guastavino tenía la patente.
Las bóvedas de Guastavino se hacían a base de ladrillos planos de terracota colocados de forma entrelazada. Era un sistema que permitía hacer techos de forma sobria y económica pero, a la vez, estéticamente acordes al gusto del momento e idóneos para grandes espacios y edificios públicos como bibliotecas, teatros, estaciones, catedrales, museos, universidades, mercados, edificios gubernamentales,… Fue tanto su éxito que, en vida de Guastavino, fue contratado para participar en la construcción de casi 500 edificios norteamericanos.
Cuántos miles de inmigrantes como él, de los que llegaban en barco a Ellis Island, Nueva York, no habrán pasado horas mirando al techo, mientras esperaban a ser admitidos en el país, preguntándose qué clase de magia sostenía aquellos ladrillos planos sin caerse.
Y cuántos rituales masónicos se habrán realizado bajo una de sus cúpulas. Y es que en 1912 su empresa, liderada ya entonces por su hijo, fue la responsable de la construcción de la cúpula del Templo del Rito Escocés en Washington D.C., el llamado Supremo Consejo Madre del Mundo por ser el creador y difusor del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Para este templo se construyó una cúpula abierta por el centro que soporta no solo su propio peso sino también el de la pirámide exterior construida sobre la cúpula, sumando un total de 800 toneladas. Por desgracia, se recubrió y pintó el interior y no podemos ver el dibujo de los ladrillos entrelazados, pero están ahí, escondidos, haciendo su función.
No hay duda de que para esta obra se eligió a la empresa de Guastavino por su capacidad técnica, pero quizá también influyó algo el hecho de que Guastavino no era solo un masón operativo sino que fue también un francmasón especulativo, amigo personal de Blasco Ibáñez y de Joaquín Sorolla, en plena época dorada de nuestra institución.
Y es que quizá fue esta condición de masón la que le abrió puertas a su llegada a EE.UU. y le facilitó los contactos que necesitaba para recomenzar su vida en América. Pero aún así, en nada desmerece la capacidad y la visión del emprendedor.
Guastavino murió en 1908 retirado en Baltimore pero su empresa siguió funcionando dirigida por su hijo. En los años 30 del siglo XX el hormigón y las líneas rectas se convirtieron en los nuevos reyes de la arquitectura y, finalmente, en los años 60, la empresa de Guastavino echó el cierre definitivo culminando con un recuento de más de mil edificios por toda Norteamérica.
Rafael Guastavino Moreno marcó la historia de la arquitectura norteamericana y no lo hemos reconocido lo suficiente en España como español ni en la masonería como Hermano Ilustre. Por eso, para hacer algo de justicia a su memoria, hemos querido traeros hoy el recuerdo del Hermano Guastavino, valenciano, masón, emprendedor y uno de los grandes hombres que construyeron América.
Al final de las cosas en todo es muy atento, y aún sin importar que los ladrillos entrelazados no se ven nunca dejarán de hacer su función…
Para servir nací a sus órdenes
Excelente entrada del blog. No conocía a este personaje y la verdad es que es verdaderamente interesante. Comparto la entrada en mi blog Masonería Antigua. Veo que en Wikipedia hay fotos estupendas de sus construcciones.
https://es.wikipedia.org/wiki/Rafael_Guastavino